Envidia
Cuando
era pequeña mi madre me dejaba, muchas veces, al cuidado de mi abuela materna.
Recuerdo, que me gustaban aquellas tardes. En la casa de mi abuela, olía a
ricas comidas, además, podía ver la tele sin peleas y algunas veces, mi abuela,
se sentaba conmigo y me dedicaba bonitas palabras.
En
aquellas tardes, de vez en cuando, venía a merendar con nosotras la vecina de
enfrente, llamémosla Rosa. A Rosa, una anciana que siempre vestía ropajes
oscuros, le encantaba el café de pucherete, las magdalenas y hablar mal sobre
vecinas, familiares, conocidas y de Sara Montiel.
Recuerdo
que me aburría enormemente cuando Rosa venía a casa de la abuela. No comprendía
nada de lo que comentaba, me resultaba pesada su conversación y, hasta ella, me
daba algo de miedo. Además, no me gustaba sentirme observada. Siempre tenía
algo feo que decir sobre mí y sobre la ropa que llevaba. Que por qué me habían
cortado el pelo, que las niñas tenían que llevarlo largo. Que mis ojos no
pegaban con la tela del vestido. Que porqué tenían que llevarme a un colegio
extranjero, con lo buenos que eran los de monjas. Que…Que…Que…
Rosa
siempre buscaba alguna manera de encontrarle defectos a todo el mundo. En eso,
era única.
De
vez en cuando, Rosa, al terminar de merendar, dejaba de hablar de los demás,
respiraba profundamente y se ponía a cantar. Tenía una preciosa voz, que a
pesar de su edad, aún sonaba fuerte y firme. En sus canciones, hablaba de
amores desgraciados, de condenas, de muerte, de dolor, de ira, de enfados, de
incomprensión. Me encantaba la voz de Rosa, pero, sus canciones me parecían
espantosas. La abuela y ella, que a veces cantaban juntas, las llamaban Coplas.
Aún hoy me siguen pareciendo demasiado dramáticas.
Rosa
murió hace años y el otro día me enteré de que Sara Montiel también. ¿Por qué
Rosa la criticaba de aquella manera? ¿Por qué tanta ira, tanta rabia hacia una
persona que ni sabía realmente cómo era? ¿Por qué la envidiaba de aquella
manera tan enconada?
A
difíciles preguntas, sencilla respuesta, a Rosa le habría encantado ser
cantante profesional, tan famosa y aclamada como Sara Montiel. Una vez oí cómo
le confesaba a la abuela que de joven estuvo a punto de ir a ofrecerse como
cantante en el Café de Chinitas, pero, que en el último minuto se había
arrepentido, cantar delante de hombres no era de chica decente, dijo.
Rosa
era una cantante extraordinaria y su sueño secreto, el más acallado y recóndito,
era el de convertirse en cantante profesional. Cantar era su pasión, le daba
alas, pero, no tuvo el suficiente valor, o no pudo, debido a sus
circunstancias, llevar a cabo su sueño.
Rosa
no fue cantante, abandonó sus sueños más deseados, dejó marchar su esperanza y
acabó por convertirse en una anciana solitaria y triste.
En
la vida, todos hemos sido testigos de alguna crítica destructiva, incluso,
alguna vez, en un mal momento, hemos podido albergar sentimientos de envidia
hacia otra persona.
Estas
palabras, estos pensamientos, cargados de dolor, de enfado, son una muestra de
que algo falla en nuestras vidas, sentimos un vacío emocional que debe ser
colmado, pero no sabemos cómo hacerlo.
A
veces, tomamos el camino rápido, llenamos ese vacío de pena, de dolor, de ira,
de crítica, de envidia. Otras, escogemos el camino más difícil, el de
cuestionarnos, comprendernos y ponernos en marcha para realizar nuestros
sueños. Cuando nos sentimos colmados, en equilibrio, no necesitamos destruir a
los demás, no albergamos esa ira, esos sentimientos negativos que crea la
envidia.
A
pesar del carácter negativo de la envidia, si alguna vez notamos que albergamos
este sentimiento, una vez descartado,
podemos transformar la punzada que hemos recibido en lo que se llama “envidia
sana”. Tomemos el sentimiento que hemos tenido como una llamada de atención de
nuestro yo inconsciente y cambiémoslo en algo positivo para nuestras vidas.
Os
dejo algunas preguntas que podéis tomar como punto de partida para este cambio
que os propongo.
¿Por
qué he sentido envidia? ¿Qué cualidad, virtud, trabajo, etc. tiene que me hace
querer ser como él/ella? (Comprendamos porqué nos han producido admiración y
porqué la hemos manifestado con rabia)
¿He
seguido mis sueños o me escondo de ellos?
¿Cuáles
son las carencias que arrastro? ¿Cómo puedo enfrentarme a ellas para que no
vuelvan a hundirme?
¿Me
siento seren@, en equilibrio?
Elena
Mayorga