Retazos de vida

La vida no se compone de la suma de grandes momentos, de eventos espectaculares y emocionalmente intensos. Desde luego, estos momentos suponen hitos importantes para nosotros, pero, nuestras vidas, las reales, las cotidianas, se forjan por la sucesión de pequeños eventos cotidianos: levantarnos, coger un vaso, beber agua, observar nuestro rostro en el espejo, pasear, el lejano ladrido de un perro, un teléfono que suena, un coche que pasa delante de nuestra ventana, encender el ordenador, preparar la comida, abrazar a nuestros seres queridos.

Solemos vivir estos instantes cotidianos de forma automática, sin darles importancia, sin apreciarlos, sin detenernos a observarlos, corriendo entre momento y momento, centrados únicamente en esperar esos acontecimientos espectaculares que nos producen una descarga de felicidad, de adrenalina, a las que somos adictos. Sin embargo, esta felicidad es breve, huidiza, y en cuestión de segundos, se desliza entre nuestros dedos y desaparece.

Desdeñamos los instantes de luz de nuestro día a día y nos dejamos deslumbrar por los breves fogonazos de dicha a los que hemos asimilado con la felicidad.

Observemos a nuestros hijos. Ellos, se detienen continuamente, fijan los momentos, viven y disfrutan cada instante sabiendo que cada uno de ellos es único: una mariquita que se ha posado en un escalón, un perrito que lleva vestido, una nube que parece una tortuga, el remolino de agua de la bañera, la galleta con trocitos de chocolate, las cosquillas de mamá, el abrazo de papá.

Los niños son conscientes de que la felicidad está en todas partes, en nuestro día a día, en los acontecimientos más humildes y sencillos. Nosotros, sin embargo, hemos pedido nuestra capacidad de asombro, de disfrute de lo cotidiano. Tenemos que recuperarla y abrazar nuestra felicidad, ella, aunque no lo creamos, está al alcance de todas las manos.

Día a día, minuto a minuto, podemos concentrarnos, fijarnos en o que estamos haciendo, disfrutar de los momentos.

Al centrar nuestra atención en nuestra cotidianidad y en disfrutar de ella, podemos también ir introduciendo cambios en nuestras vidas. Nos fijamos en lo cada paso que damos, en cómo lo damos, en las emociones que nos produce. ¿Queremos que nuestros instantes de vida sigan igual? o ¿Queremos introducir cambios para que sean aún más satisfactorios, para que se amolden más a nuestro disfrute?

Tal vez, beber agua con el primer vaso que pilláramos estaba bien antes, cuando íbamos corriendo. Ahora, sin embargo, preferimos coger un vaso bello, decorado con flores, con rallas de colores, servir el agua despacio, observar el ruido que hace al caer, disfrutar del contacto con nuestros labios, de la sensación del agua en nuestra boca.

Tal vez, trotar de un lado para el otro para llegar a tiempo a los sitios, antes no nos importaba. Pero ahora, nos puede apetecer caminar de forma consciente. Salir con tiempo, fijarnos en nuestra respiración, en la vida que nos rodea, en los árboles, en las otras personas, regalarles una sonrisa, cruzar unas palabras con la anciana del quiosco, detenernos a observar ese precioso edificio, esa nube con forma de tortuga, la brisa rozando nuestro rostro.

Podemos encontrar la vida, la felicidad, en todas partes, en nuestro día a día, en los acontecimientos más humildes y sencillos. La vida es Un todo, no se compone de retazos dispersos en el tiempo.

Elena Mayorga

© Elena Mayorga Toledano. Ilustración de la portada realizada por Rocío Araya Gutiérrez. Con la tecnología de Blogger.